Aimee Perez

En las tardes se bañaba y se alistaba con su blusa de hilo y su blanca cabellera anudada en la nuca, muy chic como solía decir y con el último tomo de John Grisham en sus manos esperaba mi llegada. Me hacía café y lo servia siempre en las mismas tazas, la de flores era la de ella. Hablábamos por horas de todo y a veces de nada. En sus días de melancolía me decía , cuando me vaya no me olvides, que cosas tienes, yo le contestaba. Este mes hizo seis años de su muerte y todavía oigo su voz repitiéndome, hija cuando me vaya no me olvides. AP