Aimee Perez

Las dos mujeres sentadas una frente a la otra en la habitación compartían su espacio pero no su mundo mientras que el humo de el cigarro escapaba como ratero por la ventana abierta. La tarde caía y la luz del norte se había transformado en lanzas azules que penetraban la selva de Lam.

Las gafas ya descansaban en la mesa cuando se abrió la puerta de la habitación anexa, y como autómatas las dos mujeres fijaron sus ojos en la sombra que como puente unía mundos y rompía el espacio en dos. AP